La tormenta

La tormenta

«¡Aférrense a todos los granos de arena que puedan! ¡No permitan que se los lleve la tormenta! ¡Si es necesario asóciense con otros, aunque estos sean patógenos!». —Estas fueron las ordenes que la hoja superior dictó a las raíces. La hoja podía sentir que la temporada de tormentas se aproximaba. Como pasaba todos los años, el viento, la lluvia y la marea socavaban y erosionaban la costa, preocupando a la hoja por la sobrevivencia el árbol.

La hoja tenía claro que ella, al igual que las otras hojas, era sustento y peligro para el árbol. Sin las hojas el árbol no podría sintetizar su energía y con las hojas el árbol tendría una mayor área donde el aire pudiera soplar y doblegar al árbol. La hoja pasó noches en vela tratando de calcular el número mínimo de hojas que el árbol iba ha necesitar. El número de hojas presentes debía ser capaz de producir suficientes azucares para el árbol y las nuevas asociaciones que las raíces estaban formando. Al mismo tiempo debía tener unas hojas extras para prevenir que el viento dejara al árbol sin las hojas suficientes. Todos estos cálculos dependían del valor que la hoja asignara al viento. Cabeceando de sueño a la hoja se le ocurrió una idea fenomenal, reclutar a la Ibis blanca. La hoja le encargaría a la Ibis de determinar la velocidad del viento con la tormenta que se aproximaran y con esta información la hoja podría calcular cuantas hojas podría incluir en el momento de provocar la senescencia de las hojas. A cambió de este favor la hoja le prometió una vértice central de ramas, uno de los lugares más seguros para su nido.

Las primeras cuatro tormentas del año pasaron sin mayor novedad. Cada momento de calma daba a la hoja un respiro momentáneo seguido de más ansiedad. Ella sabía muy bien de la aparente calma antes de la tormenta. En esos días la energía sintetizada era administrada en dos categorías: recuperar tejidos perdidos y guardar el resto para usar después de la temporada de tormentas. Tras una semana de calma los niveles de azucares acumulados en los tejidos subterráneos eran suficientes para regenerar el árbol en caso de que tuviera que perder todas las ramas.

A la tarde la Ibis llegó a empacar, diciendo que se marchaba tierra adentro. «La tormenta que se avecina es cosa seria. No creo que exista árbol, palmera o manglar que la sobreviva. La tormenta vendrá mañana». «Muchas gracias por avisar. Que tengas suerte». Contestó la hoja superior.

La oscuridad al medio día le indicaba la hoja superior que la tormenta estaba por alcanzarles. El viento empezó a soplar intensamente rompiendo los pecíolos de la mayoría de las hojas. En una hora de tormenta las ráfagas huracanadas de viento se llevaron la mayoría de ramas, dejando solamente la rama de la hoja superior. Esta hoja daba vueltas como rehilete en las maños de un niño. Las últimas palabras de la hoja superior las dirigió al tronco. «Te tienes que desmochar para sobrevivir. Tienes suficientes reservas para regenera un nuevo follaje». Al terminar de decir esto el viento azotó intensamente la costa, rompiendo la última rama del árbol. Con la última gota de savia la hoja gritó: «Hazlo. Antes de que sea tarde». Y con esto la parte superior del tronco se separó del tronco principal tal cola de lagartija desplomándose hacia el suelo e incrustándose justo a la par del tronco original.

Al terminar la tormenta toda el área fue podada por el viento. Muchos árboles aparecieron desplomados de la raíz porque no lograron desprender sus ramas. Al iniciar la temporada seca la regeneración ya era evidente. De los árboles caídos algunos empezaron a producir ramas nuevas desde sus troncos horizontales. Estas ramas nuevas parecían niños enfilados antes de entrar a clases. Debajo de estos troncos raíces se adentraban en la tierra, siguiendo los túneles producidos por lombrices, hormigas, y demás. Veinte años más tarde el caos creado por la tormenta tan solo era un par de colochos más en el ADN de los sobrevivientes que guardaban la memoria del evento epi-genéticamente.


Sobre «La tormenta»

Llevo un buen tiempo tratando de encontrar la voz para una serie de historias sobre ciclos naturales. En «la tormenta» creo que logré rascar un poco de lo que estaba buscando.

Sobre la serie «Historias sin futuro»

Para marzo del 2018 les traigo la serie «Historias sin futuro». Una colección de narraciones cortas que describen a personas o situaciones. Estas narraciones las empecé a escribir con la intención de practicar, de ejercitar los músculos creativos y generar un proceso con la esperanza de que se convierta en hábito. Les agradezco su visita y como lo he hice con los post de enero y febrero voy a recopilarlos en un chapbook para que ustedes puedan descargar.

Si quieres descargar Hojarasca, el chapbook de Febrero pincha aquí.

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