El día que doña Estela se convirtió en música

El día que doña Estela se convirtió en música

Doña Estela despareció en el parque. Yo la vi convertirse en música. a medio acorde dejo de existir a medio parque dejo de caminar y se convirtió en melodía sincopada con el trajín del día, con las bocinas, con las campanas y con los zanates. Sus pocas alhajas cayeron al suelo reconocí el sonido que hace la plata al caer y me acerqué para recogerlas sabía que su hija quisiera guardarlas. En total colecté dos aretes de argolla, un anillo delgado, una llave y una corona dental. Cuando puse las alhajas dentro de mi pañuelo escuché que desde el árbol me cataban las gracias.

 

Los rizos de doña Estela vibraban como la cuerda de una guitara, que al ser acompañadas de su sonrisa melodiosa invitaban a cualquiera a bailar de la alegría. Doña Estela siempre tuvo el paso bien marcado y todo el mundo bailaba a su compas.

 

Cuando llegué a la casa de doña Estela su hija me atendió. Sentí que una clave de sol se me trabó en la garganta. Ella me esperó en silencio, con ese mismo silencio que existe justo antes de que empiece el concierto. Nota por nota las palabras fueron saliendo hasta que llegué a explicarle lo que pasó. Sus lágrimas cayeron torrencialmente sobre la baqueta sonando como la ovación del público que demanda una canción más. Al terminar de explicarle saqué mi pañuelo con las alhajas, lo abrí y se las entregué. Ella tomó los aretes, el anillo y la llave. Estaba apunto de entregarle la corona cuando ella me indicó que yo me la quedara.

 

Qué iba yo hacer con la corona dental de alguien más me pregunté. Antes de que yo le pudiera hacer esa pregunta ella me explicó: «según mi mamá corona era la razón de su sentido musical de ver la vida. El día que se la instalaron en el dentista música le empezó a salir de la boca esparciéndose, como se esparcen las partituras en una banda, por todo su cuerpo. Instintivamente me acerque la corona al oído pero no escuché nada. Le agradecí a la hija de doña estela por la corona y le expresé mi alegría empática sobre la transformación musical de su mamá.

 

Regresé al parque donde vi la conversión musical de doña Estela para seguir esperando la llegada de mi amigo. Me encontraba ojeado el periódico cuando empecé a escuchar música. El volumen era leve, como si se filtrara de los audífonos de alguien cerca. Lo raro era que la persona más cercana a mí era el heladero quien iba redoblando su campana.

 

Llego mi amigo y platicamos lo que teníamos que hablar. Durante toda la conversación seguí escuchando música. Esto llegó a intrigarme al punto que le pregunté si él también la escuchaba la tonada. Él solo sugirió que debía tener una canción trabada en la cabeza o algo por el estilo.

 

Llegué a casa acompañado de una melodía chiclosa, bailable. Mi ánimo estaba con ganas de fiesta. Puse la corona en el alféizar de la ventana de la cocina con la intención de que me recordara la vivaz personalidad de doña Estela mientras lavaba los platos. Al llegar al baño no te que la música ya no me acompañaba. Noté que cuando me preparaba para ir a trabajar sentí el silencio de múltiples compases y como este silencio estaba afectando mi estado de ánimo.

 

De vuelta en la cocina me reencontré con la música y me alegré fue como si estuviera escuchando una vieja canción que estaba atada a un grato recuerdo. Me acerqué al lavado para lavarme las manos antes de comer y lavar la manzana que sería parte de mi cena. Por encima del ruido del grifo, percibí que del alféizar floreaba la música proveniente de la corona de doña Estela. Vi por la ventana, hacia la calle y la encontré de nuevo. Encontré a doña Estela, en el llanto del bebé, en el canto de la gallina, en el zumbido de la avispa y en el bailar del árbol. La encontré en sincronía con la naturaleza.


Sobre «El día que doña Estela se convirtió en música»

Hay dos dudas que me quedaron después de escribir este cuento. Una fue de qué metal estaba echa la corona de doña Estela, la que floreaba música. La otra fue, quién fue el dentista que se la instaló. Creo que nos quedaremos con las dudas.

Sobre la serie «Historias sin futuro»

Para marzo del 2018 les traigo la serie «Historias sin futuro». Una colección de narraciones cortas que describen a personas o situaciones. Estas narraciones las empecé a escribir con la intención de practicar, de ejercitar los músculos creativos y generar un proceso con la esperanza de que se convierta en hábito. Les agradezco su visita y como lo he hice con los post de enero y febrero voy a recopilarlos en un chapbook para que ustedes puedan descargar.

Si quieres descargar Hojarasca, el chapbook de Febrero pincha aquí.

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