Tienen que quedar boquiabiertos desde el primer instante – parte dos
Después de cruzar el umbral de la puerta de la clase la idea que estaba esperando le floreció. Esto le sucedía todo el tiempo, en el último momento la ideas aparecían de la nada. Aunque dejara suficiente tiempo para maquinar las ideas, siempre se le ocurrían al último instante. En este caso la primera acción que realizarían era tan básica en estas épocas de la hiperconectividad. El profesor colocó su portafolio sobre el escritorio y les dijo a sus estudiantes: «Saquen una hoja de papel y algo con que escribir.» La mitad de los estudiantes tenían a fuera sus ordenadores portátiles, se vieron confundidos los unos a los otros. La mano de un estudiante se levantó lentamente, con un movimiento leve de la cabeza el profesor le dio la palabra.
—Yo no traje papel—.
—Bueno. No hay problema.— El profesor sacó un rimero pequeño de hojas de su portafolio y las distribuyó entre los alumnos que necesitaban una hoja.
El profesor esperó un momento en silencio antes de continuar con las instrucciones. Esta pausa larga aumentaba la expectativa de los estudiantes.
—Tomen la hoja de papel y quiero que la usen para escribir su respuesta a la pregunta ¿Para quién escriben?— Un par de estudiantes se adelantaron y empezaron a escribir sobre el papel. —Paren. Paren.— Dijo el profesor. En este caso quiero que sigan las instrucciones literalmente. Tomen la hoja de papel y escriban con ella.— El profesor colocó una tiza en escritorio y pretendió que agarraba la pizarra para escribir sobre ella utilizando la tiza en el escritorio. —Vamos intenten— incitó el profesor.
Unos estudiantes se quedaron estupefactos, boquiabiertos. Otros tomaron sus lápices entre las piernas y empezaron a escribir con la hoja. Estos valientes terminaron rompiendo sus hojas después de un par de letras. Pasaron unos cinco minutos y varios intentos fallidos después el primer estudiante se acercó al profesor con una hoja en mano.
—¿Terminó?—
Un movimiento tímido de cabeza afirmaba que sí había terminado.
—Bueno. Fantástico. Léalo en voz alta.
El estudiante empezó a narrar lo que tenía escrito en la página.
—Un momento.— Interrumpió el profesor. —Léalo con entonación dramática. Échele pasión. Imagínese que nos esta contando el nudo de una película de suspenso.
El estudiante vio la hoja. Achicó los ojos. Acercó y alejó la hoja. Y se volteó a ver al profesor diciéndole —No me entiendo. —
—Gracias— Dijo el profesor. —100 puntos por esfuerzo. Esta es la primera lección. ¿Haber quién puede explicarnos que sucedió en esta primera lección?
Una mano en la parte de atrás del aula se levantó.
—Sí, cuéntenos.—
—Que se vale fallar.—
—Bueno. Sí, esa es una lección secundaría. Se vale intentar y fallar, pero no me vayan a fallar sin intentar. Eso no tiene chiste. La lección de hoy esta en que la creatividad esta en ver las cosas de otra manera. Especialmente, las funciones más básicas, cotidianas. Esas acciones que pasan desapercibidas y encontrarles una nueva manera de interpretar o una nueva manera de arreglar las piezas del juego. Ustedes como escritores usan a diario el papel y el lápiz, máquina de escribir o una versión más moderna, el ordenador y la impresora.— Cuando el profesor mencionó la máquina de escribir un par de alumnos se vieron entre si como diciendo ahh ese es una manera de escribir con una hoja.
El profesor continuó con su cátedra con un nivel de ansiedad mucho más bajo de los que había iniciado y cumpliendo con el objetivo auto impuesto de dejar a los estudiantes boquiabiertos.
Puedes leer la parte uno aquí
Sobre la serie El molote
Para diciembre no tengo un tema que reúne a todo lo que estoy pensando publicar. Lo más cercano que llegó es a un molote. Un tumulto de cosas entre ellas retazos que sobraron de las series anteriores, creaciones nuevas y pequeñas series que pueden ser independientes por su propia cuenta. Hasta el día de hoy llevo 11 meses publicando una vez al día una foto, un poema o un cuento corto, esperó lograr terminar el año con este ritmo.
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