El recetario parte 1

El recetario parte 1

Más de once años de matrimonio, de los cuales, diez y medio habían sido una tremenda tortura y el balance simplemente fue malo. El divorcio o la separación estaban fuera de el alcance. Érica nunca aceptaría. Cuestiones religiosas, sociales y familiares, lo impedían.

Marlon en repetidas ocasiones planteó situaciones hipotéticas sobre el tema de la separación y frecuentemente se pronunciaba a favor del divorcio de conocidos. Una noche después de una fiesta familiar, le propuso el divorcio a Érica quien respondió como siempre. Ella constantemente andaba menospreciando su opinión y desestimaba sus sentimientos. Su respuesta fue un: «no sabes lo que estas diciendo.» Luego, Érica, le reducía importancia al asunto, indicado que ellos nunca se iban a separar, porque estaban rodeados de felicidad y que seguía las normas morales dictadas por la iglesia.

Él estaba atado a ella con las sogas de las apariencias, del trabajo, y de la religión. Sentía que andaba con una bufanda de lana barata en el cuello; apretando y picando sin ceder.

Marlon se casó con Érica, después de terminar el bachillerato. La familia de Érica era tradicionalmente acaudalada, con una reputación caritativa en los estratos sociales. Mientras que la familia de Marlon recientemente había adquirido cierta riqueza a través del esfuerzo trabajador y el gran ingenio de su padre.

La madre de Marlon, impulsó la idea de casamiento desde el día que supo que Marlon y Érica eran unos tortolos enamorados. La mamá padecía de sueños de telenovela. Con el casamiento de Marlon y Érica, buscaba que su sangre roja se tornara azul ante los ojos de la sociedad Guatemalteca.

La pasión de Marlon eran las artes. Tenía buena mano para el dibujo, buen oído para la música y poseía un creatividad interminable. Después del colegio intentó asistir a la Escuela Nacional de Artes Plásticas de Guatemala y al Conservatorio Nacional de Música. El compromiso con Érica se lo impidió. Marlon no tuvo estómago para decir no, y continuar con su propio camino. Sus sueños fueron marchitados por el casamiento y el trabajo. Las circunstancias le obligaron a aceptar el cargo de Agente de Ventas en una sucursal de la fabrica del padre de Érica.


Sobre «El recetario»

Este cuento mezcla una de las cosas que más me gusta hacer, cocinar, y la realización de lo que sucede cuando por «estar ocupado» no cuido lo que como. Me di cuenta que lo yo estaba comiendo, y que no lo cocinaba yo, me estaba matando. Esta realización fue la idea que causo la nucleación del resto de la historia.

Las otras entradas son estas:

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Sobre la serie «Historias sin futuro»

Para marzo del 2018 les traigo la serie «Historias sin futuro». Una colección de narraciones cortas que describen a personas o situaciones. Estas narraciones las empecé a escribir con la intención de practicar, de ejercitar los músculos creativos y generar un proceso con la esperanza de que se convierta en hábito. Les agradezco su visita y como lo he hice con los post de enero y febrero voy a recopilarlos en un chapbook para que ustedes puedan descargar.

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La cucaracha

La cucaracha

—¿Y así celebran la desdicha de la cucaracha? Lo bueno es que ese no es su fin—. Esto me dijo la hormiga quien presenció cuando ella perdió su segunda pata trasera. La hormiga hacía referencia a la canción que dice: «la cucaracha ya no puede caminar porque le faltan las dos patas de atrás».

Yo entrevisté a la hormiga varias veces durante mi investigación preliminar para el documental «A la cucaracha no le gusta que le digan congresista».

—Empecemos por el principio. Yo no estaba allí cuando ella perdió la primera pata pero la babosa me contó, y esa señora no miente. Según dice la cucaracha estaba ayudando a una lombriz, quien se quedo trabada con un tetunte de tierra. Mientras la cucaracha empujaba con todas sus fuerzas la lagartija se le aventó encima. Solo porque la cucaracha tenía prendidas las antenas se pudo escapar de la lagartija, claro perdiendo una pata. Allí todavía le quedaban cinco patas. Ahora sí. Yo sí estaba cuando ella perdió la quinta pata. Yo pasaba con mi abdomen relleno de azúcar rumbo a mi nido cuando vi, por primera vez, a la cucaracha atrapada en la tela de araña, este era mi segundo viaje. Usted sabe que cuando vamos en fila las hormigas no nos podemos salir de la fila, estamos como hipnotizadas siguiendo el aroma que nos dejó la hormiga que va delante. Ese día hice unos quince viajes, pues viera que encontramos una bolsa de cinco libras de azúcar abierta y le estábamos dando duro. Recuerdo que en mi último viaje solo vi la pata de la cucaracha atrapada en la tela de araña. Ok. Tengo que aclarar. Yo no vi exactamente cuando ella perdió la pata pero estuve muy cerca del suceso. Más adelante en el recorrido vi al niño de la casa torturando a la susodicha, instigándola a que se echara a correr. Luego, el niño le grita al papá: ¡La cucaracha, ya no puede caminar! El papá que le responde: ¿Por qué?… Tu ya sabes lo que dice la canción. Pues resulta que el papá sale de la casa buscando al niño con una guitarra. Y en ese instante compone la canción de la que estamos hablando.

—¿Y que pasó con ella?— Le pregunté a la hormiga.  

—Pues nada. Ella salió volando cuando escuchó los pasos del papá y de eso no dice nada la canción. Verdad.


Sobre «La cucaracha»

Este es un «fan fiction» de la canción la cucaracha. En esta oportunidad utilizo a la hormiga como narradora de los sucesos cuando la cucaracha pierde las patas.

Sobre la serie «Historias sin futuro»

Para marzo del 2018 les traigo la serie «Historias sin futuro». Una colección de narraciones cortas que describen a personas o situaciones. Estas narraciones las empecé a escribir con la intención de practicar, de ejercitar los músculos creativos y generar un proceso con la esperanza de que se convierta en hábito. Les agradezco su visita y como lo he hice con los post de enero y febrero voy a recopilarlos en un chapbook para que ustedes puedan descargar.

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El protagonista, la historia de su origen

El protagonista

Antes de que continué contando esta historia siento que es necesario que me presente. Hasta el momento no he tenido la oportunidad de contarles mi nombre y cuál es mi verdadero oficio. El nombre con el que me deben conocer es Mateo Sosa León. Ese es mi verdadero nombre. En muchas ocasiones me pudieron haber conocido con un nombre diferente pero eso solo es parte de mi verdadero oficio. Soy un espía. Esperen un momento. No se hagan ideas equivocadas. Mi trabajo no están glamoroso o cómico como los agentes de las películas inglesas. Mi trabajo tampoco es internacional.

La organización para la cual trabajo se denomina «Los próceres» y su misión es sencilla: «garantizar la independencia de Guatemala». Esta organización fue fundada en secreto por el presidente Árbenz. Fue una reacción a las maniobras que planeaba la CIA para derrocarlo. Árbenz tenía bien claro que le iba ser muy difícil detener el golpe de estado dado por Estados Unidos pero sabía que podría sentar las bases para que no volviera a suceder.

Desde el origen hemos sido financiados autónomamente por los negocios relacionados a la venta de pintura, mi trabajo de encubierto, entre otros. Los agentes, si nos podemos llamar de esa manera, somos pocos. Yo en lo personal he conocido solo a tres agentes, la persona que me reclutó, yo y a la agente que he reclutado recientemente. Nuestros pasados son bien distintos casi opuestos, lo que sí tenemos en común en nuestras historias de vida es nuestra participación en el teatro.

Como nos describe la persona que me reclutó: los teatreros pueden desarrollar múltiples personalidades; su capacidad de memoria es superior a la norma; tienen una capacidad natural para actuar rápidamente como lo hacen en el teatro improvisado; por último, son carismáticos innatos. Claro, esta lista de buenas características vienen acompañadas de lastres que hay que superar. Un par de estos lastres son la necesidad de ser el centro de atención y la tendencia de proyectar la voz, lo cual hay que controlar en momentos de sigilo.

Entre los casos donde «los próceres» han actuado y que han logrado salir en las noticias están: detener varios intentos de golpe de estado a los presidentes Vinicio Cerezo, Ramiro de León y Oscar Berge. También nos vimos involucrados en limitar el éxito del auto golpe de estado de Serrano. Bueno, esos son los casos que puedo mencionar porque han visto la luz del día impresos en las páginas de los diarios otros casos tal vez se los cuente más adelante. Claro, modificando algunos detalles.

Bueno, ahora regresemos al caso que nos ocupa actualmente. Nuestra red de información detectó la presencia de un grupo de nacionalistas radicales de Estados Unidos que tienen la intención de adquirir material radioactivo. Ellos quieren cruzar la frontera de México con Estados Unidos dejando un rastro radioactivo de su paso por la frontera. Luego, ellos montarían un operativo sorpresa en una finca abandonada en medio de Texas, plantando evidencia y el material radioactivo. Ellos buscan echarle la culpa al crimen organizado que esta entrelazado con el gobierno actual de Guatemala y así obtener la justificación necesaria para la invasión de este país. Nuestra tarea es obvia, prevenir que estos nacionalistas radicales lleven acabo su complot terroristas.

Continuará


Sobre «El protagonista»

Como todo en la vida, cada cosa tiene su historia de origen. En esta entrega del thriller se cuenta el origen de la organización para la cual trabaja el protagonista y cuál es el perfil que buscan en sus trabajadores.

Lea la primera parte, las esquinas en este link. La segunda parte la encuentran aquí, la capucha. La entrega que le sigue es el parqueo.

Pasen a leer las otras entradas del thriller. El orden es la esquina, la capucha, el parqueo y el protagonista…

Material radioactivo parte 3, final

Material radioactivo parte 3, final Esas palabras me hicieron continuar observando a través de la mira telescópica de mi rifle ...

Material radioactivo parte 2

Material radioactivo, parte 2 —Buenas noche capitán. Aquí le habla Escarabajo 12. Con el centinela aéreo encontré que hay material ...

El material radioactivo, parte 1

El material radioactivo Intuí que al mencionarles que necesitaban de alguien experto en manejo de desechos radioactivos les provocaría comunicarse ...

La visita inesperada, parte 5

La visita inesperada, parte 5 —Sí. Capitán estábamos apunto de ir a recuperar el camión robado reportado —dijo la agente Awal ...

La visita inesperada, parte 4

La visita inesperada, parte 4 El capitán se acercó a su computadora y buscó en el navegador la noticia del día ...

La visita inesperada, parte 3

La visita inesperada, parte 3 —¿Cómo conoce a Pingüino 34?—me preguntó enfundando su pistola en la cartuchera. —Le contaré el resumen ...

La visita inesperada, parte 2

La visita inesperada, parte 2 Aplausos y chiflidos me despertaron abruptamente, pareciera que todos los agentes de la comisaría llegaron a ...

La visita inesperada, parte 1

La visita inesperada, parte 1   Pingüino 34 me dejó en la esquina a tres cuadras de la Comisaría Central Dos ...

El protagonista, la historia de su origen

El protagonista Antes de que continué contando esta historia siento que es necesario que me presente. Hasta el momento no ...

El parqueo

El parqueo El sonido metálico de la rejilla volvió a sonar con el paso de las llantas. Estábamos de vuelta ...

Sobre la serie «Historias sin futuro»

Para marzo del 2018 les traigo la serie «Historias sin futuro». Una colección de narraciones cortas que describen a personas o situaciones. Estas narraciones las empecé a escribir con la intención de practicar, de ejercitar los músculos creativos y generar un proceso con la esperanza de que se convierta en hábito. Les agradezco su visita y como lo he hice con los post de enero y febrero voy a recopilarlos en un chapbook para que ustedes puedan descargar.

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El parqueo

El parqueo

El sonido metálico de la rejilla volvió a sonar con el paso de las llantas. Estábamos de vuelta en el parqueo subterráneo. Presentí que a mi reloj de vida se le acababa la cuerda. Me sorprendí al sentir que el carro se detuvo. Nunca me imaginé que moriría en un parqueo, siempre supuse que mi final llegaría en una hazaña más glamorosa.

El señor que me salvó conducía, lo sé porque me quitó la capucha, me habló. —Los tipos con los que estabas no son los malos, pero tampoco son los buenos. Los tipos que te perseguían, ellos son los malos. Toma este sudadero. Póntelo. Te dejaré cerca de la Comisaría Central Dos. No hables con nadie más que el capitán Martínez. Mira bien esta foto. Él es el capitán Martínez. Entra a la comisaría y espera hasta que lo veas. No hables con nadie más. No le digas a nadie más que me has visto. Cuando mires al capitán Martínez dile que «pingüino 34» te mando. Entrégale a él el libro que tienes. Entrégaselo sin que nadie más te mire entregárselo. Ese libro es lo que te va a matar o a salvar la vida.

En realidad no sé quien es el señor que me salvó la primera vez y presiento que al dejarme salir del parqueo me esta salvando la vida. Al mismo tiempo no creo que tiene idea de quien soy yo en realidad. No soy el vendedor de pintura que ellos dicen haberme identificaron. Tendremos que ver si el capitán Martínez tiene un poco más de agudeza mental que estos señores.

Continuará


Sobre «el parqueo»

El parqueo es la tercera entrega del thriller. El protagonista logra descifrar un código secreto. Un bando lo persigue y otro lo ayuda a escapar para luego interrogarlo. En este capítulo al protagonista le dictan su futuro inmediato en un parqueo.

Lea la primera parte, las esquinas en este link. La segunda parte la encuentran aquí, la capucha

Pasen a leer las otras entradas del thriller

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El parqueo

El parqueo El sonido metálico de la rejilla volvió a sonar con el paso de las llantas. Estábamos de vuelta ...

Sobre la serie «Historias sin futuro»

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La capucha

La capucha

Me subieron a un carro y me hicieron mantener la capucha negra puesta. El recorrido duró una media hora. Traté de contar las veces que el carro giraba y en que dirección iba pero perdí la cuenta cuando entramos a un parqueo subterráneo a dar vueltas. Sé que entramos a un parqueo porque escuché la misma rejilla metálica cuando entramos y cuando salimos. Intuí que lo hicieron por que querían desorientarme, si quisieran despistar a alguien hubieran cambiado de carro.

Me bajaron del carro en un lugar vacío y amplio. El eco de mis pasos y la falta de sonidos de afuera me decía que era un lugar cerrado con techos altos, algo como una iglesia. Me sentaron en un asiento metálico. El sonido de una barra descendiendo enfrente a mí me indicaba que era una silla de un juego de feria. No estaba seguro de lo que iba a pasar después hasta encendieron unas luces y su incandescencia enfocada hacia mí me indicó que estaba apunto de ser interrogado.

—Puede quitarse la capucha—. Me dijo una voz electrónicamente ronca.

La luz me cegó sin necesidad de que abriera los ojos. Traté de cubrirme la cara con mis manos pero aun así la intensidad molestaba mis ojos. Por un momento me pareció oír el crujir de mi pupilas mientras se ajustaban a la intensa luz.

—Vamos a obviar las preguntas iniciales porque ya sabemos quien es usted. Lo que queremos saber es qué hacía usted en el parque y qué sabe usted del libro.

Asumí que de alguna forma tomaron mis huellas y la corrieron en la base de datos nacional. Decidí empezar a jalar del hilo para saber que tanta información sabían en realidad de mí y les respondí. —Bueno si saben ya quien soy. Sabrán que trabajo cerca del parque y lo frecuento a menudo.

—Dice aquí que usted es un vendedor de pintura. Pero no hay ninguna tienda de venta de pinturas cerca del parque.

Bueno, ahora sé que ellos encontraron mi trabajo de encubierto pero sabrán en realidad quién soy. —Pues no es una tienda abierta al público. Yo me encargo de vender pintura por barril. La mayoría de mis clientes son internacionales. Del libro, se refiere usted al libro que encontré en la banca. El libro que empezó todo esto. Pues fue escrito por Oscar Mento. Él es conocido por escribir libros de superac…

—Déjese de babosadas—. Interrumpió la voz. —La manera que usted estaba viendo el libro nos dice que vio el mensaje cifrado.

—La pregunta que usted me hizo era sobre el libro no sobre el mensaje cifrado.

—No se pase de listo. ¿Qué fue lo que leyó del mensaje?

¿Sabrán estos señores qué todavía tengo el libro conmigo? —Lo que alcancé a leer fue …adioactivasucia.

—¿Y qué significa eso?— Volvió a interrumpir el entrevistador.

—No sé. Quizá tenga que ver con radio actividad y lo de sucia no tengo idea. ¿Y quiénes son ustedes, los buenos o los malos?

La pregunta quedo sin contestar. Escuché una tres pares de zapatos alejarse del área donde me interrogaban. Y un momento después el señor que me rescató apareció por uno de los lados de las lámparas. Solo porque hizo una sombra vi que me volvía a entregar la capucha negra. —¿Vamos a dar otra vuelta?— Estos tipos parecen novatos. Si me hubieran registrado hubieran notado que aun tengo el libro.

Continuará


Sobre «La capucha»

La segunda parte del thriller. En la primera el protagonista encuentra un libro que contiene un mensaje oculto y se percata que lo observan. Un señor lo ayuda a escapar colocándole una capucha negra para traerlo al inicio de esta historia.

Lea la primera parte, las esquinas en este link.

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Material radioactivo parte 2

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El material radioactivo, parte 1

El material radioactivo Intuí que al mencionarles que necesitaban de alguien experto en manejo de desechos radioactivos les provocaría comunicarse ...

La visita inesperada, parte 5

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La visita inesperada, parte 4

La visita inesperada, parte 4 El capitán se acercó a su computadora y buscó en el navegador la noticia del día ...

La visita inesperada, parte 3

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La visita inesperada, parte 2

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La visita inesperada, parte 1

La visita inesperada, parte 1   Pingüino 34 me dejó en la esquina a tres cuadras de la Comisaría Central Dos ...

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El protagonista Antes de que continué contando esta historia siento que es necesario que me presente. Hasta el momento no ...

El parqueo

El parqueo El sonido metálico de la rejilla volvió a sonar con el paso de las llantas. Estábamos de vuelta ...

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Las lagartijas

una lagartija verde

Las lagartijas

María Jacinta y María Jazmín eran conocidas en el jardín como Marijas las lagartijas. En las tardes cuando el sol estaba en su punto más caliente las Marijas se juntaban a platicar. Durante sus charlas compartían información de donde estaban los mejores lugares para conseguir un bocado, un crocante insecto. A una de estas reuniones María Jacinta llegó sin cola.

 

—Oye. ¿Qué te pasó? ¿Fue un pájaro o un gato? 

 

—Ninguno de eso monstruos infelices fue el niño de la casa. Él salió a jugar al patio con un nuevo artefacto que lanza piedras a gran velocidad; por suerte no tiene buena puntería.

 

—¿Cómo que no tiene buena puntería si te dejo sin cola?

 

—Pues eso fui yo de babosa. No miras pues que yo esperaba que él lanzara la piedra para luego salir despepitada. Resulta que él lanza la piedra y que yo corro. Yo que corro en dirección a donde iba a caer la piedra. Esto era a un 15 centímetros de distancia de donde yo estaba. Que mala suerte la mía.

 

—O sea que si tú te hubieras quedado quita aún tendrías la cola.

 

—Así es.

 

—Con esa suerte serías una buena portero para la fase de penales del mundial.

 

—Tú y tus chistes.


Sobre «Las lagartijas»

De pequeño me sorprendió escuchar que las lagartijas pierden su cola como táctica para escapar de sus predadores. Poco mayor me volví a sorprender cuando me enteré que las colas perdidas se regeneran. Y hace poco me sorprendí cuando aprendí que descubrieron cuales son genes involucrados en esta regeneración y que los humanos comparten muchos de ellos.

 

Sobre la serie «Historias sin futuro»

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Teléfono descompuesto

Teléfono descompuesto

Aló. Aló. Jorge. Aló Jorge. Jorgito, es tu papá. —Camilo intentaba hablar por teléfono para que su hijo los llegara a recoger.

No sé si no contestó Jorge o si no me escuchó. —Le dijo a Magda—. Vamos a ver si en la otra cuadra hay otro teléfono público.

—Pero que funcione—. Respondió Magda y más adelante le dijo  —Mira Camilo, no nos vayamos muy lejos. No va ser que Jorgito nos esté buscando en el hospital—.Magda sabía que su esposo se desorientaba rápidamente en las ciudades grandes y en especial cuando empujaba su silla de ruedas.

—Me parece que allá hay un teléfono. Vamos a ver de más cerca—. Con cada paso que los alejaba de lo conocido se le  aumentaba la ansiedad a Camilo. La ciudad había cambiado mucho desde la última vez que él la visitó, hace casi 30 años atrás. El ruido de las camionetas carrereando por pasaje, los jóvenes chiflándose de esquina a esquina, el perro guardián ladrando ferozmente y el latido de su corazón que le retumbaba en el oído izquierdo estaban abrumando la cordura de Camilo. Cuando llegaron a la cabina telefónica Camilo se dio cuenta que al teléfono le faltaba el auricular. Después de mostrárselo a Magda, Camilo notó que estaba desubicado. No sabía si habían llegado al teléfono por la derecha o por la izquierda. Ahora escuchaba el retumbar de su corazón en sus dos oídos. Esa era una mala seña. Eso le indicaba que su presión arterial estaba elevándose. Camilo reconocía que tenía que calmarse, pero como hacerlo sin saber donde estaban. Preguntarle a Magda no era posible, el doctor acababa de decir bien claro «ningún sobresalto para ella». Camilo empezó a empujar la silla en la dirección que él sintió era la más adecuada y al poco tiempo Magda dice —Vamos para el lado equivocado, veníamos de allá—.

—Sí. Sí. Es que me pareció ver el carro de Jorge allí en la esquina—. Dijo Camilo un poco exaltado, vanamente tratando de ocultar su desorientación.

De regresó pasaron por el teléfono público que intentaron utilizar anteriormente. Camilo titubeo en usarlo, era la última moneda que le quedaba y presentía que esta también le iba a fallar.

A Camilo y a Magda no se les ocurrió pedir el teléfono prestado en alguna tienda, o interrumpir a una persona para que les regalara una llamada desde su móvil. En su rancho no había un teléfono cerca, el más próximo quedaba a 3 kilómetros y los teléfonos móviles no habían alcanzado su popularidad.

 Camilo levantó el auricular. Esperó a escuchar la señal de tono y cuando la escuchó el sonido de las palpitaciones regresó en su oído. No me puedo confundir. No me puedo confundir. Se repetía Camilo antes de empezar la llamada. Sacó el papel con el número de Jorge y lo empezó a marcar en el teléfono. Número por número marco despacio chequeando y rechequeando el papel. Su moneda desapareció de la ranura. El teléfono se la devoró con un par de clic-clics. Camilo siguió el sonido metálico que se produjo dentro del teléfono cuando se tragó la moneda. La moneda chasqueó por la garganta hasta llegar al estomago del teléfono. Esperó, esperó y esperó. Esperó una eternidad pero nada, ni siquiera una máquina contestadora.

Con el paso aún más lento, Camilo regresó a la entrada del hospital. Encontró una sombra y parqueó la silla de ruedas de Magda. Camilo se sentó en la banqueta a la par de Magda. «Ya vendrá» se dijo Camilo para si mismo y lo volvió a repetir en voz alta para que Magda lo escuchara.

—Sí—. Con esta simple respuesta Magda le entregaba un balde de información. No necesitaba hablar más para decirle a Camilo: que no estaba preocupada; que aún le quedaba esperanza de que Jorge apareciera en cualquier momento; que esto no era lo peor que les había tocado vivir en sus más de 50 años como pareja.

La noche se aproximaba y ellos seguían allí enfrente del hospital. El doctor que los atendió salió de turno y al verlos allí en la banqueta se les acercó a hablarles.

—Hola. Buenas noches. ¿Ya vienen por ustedes?

 La cara de Camilo se iluminó al ver a alguien conocido. Se alzó lo más pronto que pudo y mientras se paraba empezó a contarle al doctor: —Pues. No hemos logrado comunicarnos con mi hijo. El teléfono de allá no funciona, pero tarde o temprano mi hijo vendrá por nosotros de eso si estamos seguros.  

—Si quiere les puedo prestar mi teléfono para que haga una llamada.

Camilo lo vio sin comprender lo que acababa de escuchar. La mente se le inundó de dudas: ¿Dónde estará este teléfono? ¿Cuánto nos cobrará por esta llamada?

El doctor sacó de su bata un teléfono móvil y se lo ofreció. Al verle la cara de incrédulo a Camilo, se le ocurrió al doctor que él tal vez no estaba acostumbrado a usar teléfonos móviles. Su ofrecimiento fue seguido de la pregunta: ¿tiene el número telefónico de su hijo?

—Sí. Muchas gracias doctor—. Dijo Camilo mientras entregaba el pedazo de papel con el número de Jorge.

 Después de un breve momento el doctor le entregó su teléfono a Camilo. —Esta llamando.

—Aló. Aló. ¿Papá? ¿Papá eres tú?— Se escuchó la voz de Jorge por el teléfono.

 —Sí Jorgito soy yo. Ya salimos del hospital. Puedes venir por nosotros. Estamos enfrente de la puerta principal—. Camilo trató de decir lo más que pudo en la mayor brevedad posible.

—¿Cómo esta mamá? Estaba angustiado por no tener noticias de ustedes.

 —Mamá esta bien. Te cuento todo más tarde que estamos prestando un teléfono.

—Sí. Sí. Salgo por ustedes ahorita mismo.

 —Muchas gracias doctor. ¿Cuánto le debo?— Preguntó Camilo mientras le regresaba el teléfono.

 —No es nada. Que bueno que logró hablar con su hijo. ¿Si no necesitan nada más continuo mi camino?

 —Muchas gracias doctor—. Volvió a repetir Camilo mientras le extendía su mano.

 Luego de que el doctor se marchó. Camilo se acercó a Magda quien estaba dormida y con 50 años de ternura le tomó una mejilla en su mano y en la otra de dio un beso. Después le dijo al oído. —Jorgito ya viene en camino.


 

Sobre «Teléfono descompuesto»

Cada vez resulta más difícil imaginarse la vida sin un teléfono móvil. No tener acceso a un teléfono puso a Camilo y a Magda a prueba pero no su relación.

Sobre la serie «Historias sin futuro»

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El día que doña Estela se convirtió en música

El día que doña Estela se convirtió en música

Doña Estela despareció en el parque. Yo la vi convertirse en música. a medio acorde dejo de existir a medio parque dejo de caminar y se convirtió en melodía sincopada con el trajín del día, con las bocinas, con las campanas y con los zanates. Sus pocas alhajas cayeron al suelo reconocí el sonido que hace la plata al caer y me acerqué para recogerlas sabía que su hija quisiera guardarlas. En total colecté dos aretes de argolla, un anillo delgado, una llave y una corona dental. Cuando puse las alhajas dentro de mi pañuelo escuché que desde el árbol me cataban las gracias.

 

Los rizos de doña Estela vibraban como la cuerda de una guitara, que al ser acompañadas de su sonrisa melodiosa invitaban a cualquiera a bailar de la alegría. Doña Estela siempre tuvo el paso bien marcado y todo el mundo bailaba a su compas.

 

Cuando llegué a la casa de doña Estela su hija me atendió. Sentí que una clave de sol se me trabó en la garganta. Ella me esperó en silencio, con ese mismo silencio que existe justo antes de que empiece el concierto. Nota por nota las palabras fueron saliendo hasta que llegué a explicarle lo que pasó. Sus lágrimas cayeron torrencialmente sobre la baqueta sonando como la ovación del público que demanda una canción más. Al terminar de explicarle saqué mi pañuelo con las alhajas, lo abrí y se las entregué. Ella tomó los aretes, el anillo y la llave. Estaba apunto de entregarle la corona cuando ella me indicó que yo me la quedara.

 

Qué iba yo hacer con la corona dental de alguien más me pregunté. Antes de que yo le pudiera hacer esa pregunta ella me explicó: «según mi mamá corona era la razón de su sentido musical de ver la vida. El día que se la instalaron en el dentista música le empezó a salir de la boca esparciéndose, como se esparcen las partituras en una banda, por todo su cuerpo. Instintivamente me acerque la corona al oído pero no escuché nada. Le agradecí a la hija de doña estela por la corona y le expresé mi alegría empática sobre la transformación musical de su mamá.

 

Regresé al parque donde vi la conversión musical de doña Estela para seguir esperando la llegada de mi amigo. Me encontraba ojeado el periódico cuando empecé a escuchar música. El volumen era leve, como si se filtrara de los audífonos de alguien cerca. Lo raro era que la persona más cercana a mí era el heladero quien iba redoblando su campana.

 

Llego mi amigo y platicamos lo que teníamos que hablar. Durante toda la conversación seguí escuchando música. Esto llegó a intrigarme al punto que le pregunté si él también la escuchaba la tonada. Él solo sugirió que debía tener una canción trabada en la cabeza o algo por el estilo.

 

Llegué a casa acompañado de una melodía chiclosa, bailable. Mi ánimo estaba con ganas de fiesta. Puse la corona en el alféizar de la ventana de la cocina con la intención de que me recordara la vivaz personalidad de doña Estela mientras lavaba los platos. Al llegar al baño no te que la música ya no me acompañaba. Noté que cuando me preparaba para ir a trabajar sentí el silencio de múltiples compases y como este silencio estaba afectando mi estado de ánimo.

 

De vuelta en la cocina me reencontré con la música y me alegré fue como si estuviera escuchando una vieja canción que estaba atada a un grato recuerdo. Me acerqué al lavado para lavarme las manos antes de comer y lavar la manzana que sería parte de mi cena. Por encima del ruido del grifo, percibí que del alféizar floreaba la música proveniente de la corona de doña Estela. Vi por la ventana, hacia la calle y la encontré de nuevo. Encontré a doña Estela, en el llanto del bebé, en el canto de la gallina, en el zumbido de la avispa y en el bailar del árbol. La encontré en sincronía con la naturaleza.


Sobre «El día que doña Estela se convirtió en música»

Hay dos dudas que me quedaron después de escribir este cuento. Una fue de qué metal estaba echa la corona de doña Estela, la que floreaba música. La otra fue, quién fue el dentista que se la instaló. Creo que nos quedaremos con las dudas.

Sobre la serie «Historias sin futuro»

Para marzo del 2018 les traigo la serie «Historias sin futuro». Una colección de narraciones cortas que describen a personas o situaciones. Estas narraciones las empecé a escribir con la intención de practicar, de ejercitar los músculos creativos y generar un proceso con la esperanza de que se convierta en hábito. Les agradezco su visita y como lo he hice con los post de enero y febrero voy a recopilarlos en un chapbook para que ustedes puedan descargar.

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La primavera de los piojos

La primavera de los piojos

Nos vemos en el peine dijo el pijo despidiéndose de su amigo.

 

No seas así. Vendrá el día que le pasen el peine a esta cabeza y te vas arrepentir. Lo que es peor, nos van a echar aceite y nos van a ahogar.

 

A los pocos minutos se escuchó el grito: «!cuidado viene el peine!».

 

Como estaba predicho los dos piojos amigos se encontraron en el peine.

 

«Tú y tu bocota. Tenías que haber invocado al peine».

 

«No te preocupes. Yo escuché decir a la cabeza que este es peine prestado. Cuando lleguemos a la siguiente colochera nos bajamos y listo».

 

Así transcurrió la primavera de los piojos brincando de cabeza en cabeza a veces asistidos por el peine y otras veces por la almohada.


Sobre «La primavera de los piojos»

Una vez tuve piojos y siempre me quedé con la duda de entender cómo le hicieron para llegar hasta mi cabeza. Lo que si sé es que no llegaron a mi cabeza por que me prestaron un peine.

Sobre la serie «Historias sin futuro»

Para marzo del 2018 les traigo la serie «Historias sin futuro». Una colección de narraciones cortas que describen a personas o situaciones. Estas narraciones las empecé a escribir con la intención de practicar, de ejercitar los músculos creativos y generar un proceso con la esperanza de que se convierta en hábito. Les agradezco su visita y como lo he hice con los post de enero y febrero voy a recopilarlos en un chapbook para que ustedes puedan descargar.

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Neón

Neón

Me di cuenta que las películas tenían su verdad. Me toco vivir la escena de ver pasar debajo de las luces de neón prendidas en el techo mientras las enfermeras y doctoras te conducen en la camilla por los pasillos del hospital. Hasta este día no sé si la tonalidad de la luz se debía a mi contusión o era que el paño lleno de sangre hacía que la luz neón se viera más naranja de lo normal.

Cuando volví a despertar la enfermera de turno me explicó que tenía el pómulo fracturado, varios puntos en la cabeza y golpes contundentes por todo el torso. Al finalizar la lista de heridas la enfermera me dijo a manera de broma: «ya viste eso te pasa por meterte con una mujer casada».

Después de un doloroso intento de risa le expliqué a la enfermera: «Ya quisiera que por eso me hubieran pencaseado. Yo venía caminado por la novena avenida de la zona 9 cuando de un carro se bajaron tres chavos gritando. ¡Break! ¡Ese es un break! ¡Agarren a ese Break! Los tres me acorralaron y el más joven me empezó a pegar. Me protegí como pude y cuanto tuve el chance le contesté sus manadas. Allí fue cuando se me armó. Los otros dos me empezaron a atacar. Pude un rato, pero eran tres. Me tumbaron al suelo y no me quedo más que aguantar sus patadas.

«Uy. Que feo eso que me cuenta. ¿Y qué es eso que le gritaron? ¿Break?»

«Si yo supiera no estaría aquí».


Sobre «Neón»

Neón es un #cuento que se centra en el primer concepto excluyente que entendí, break. No fue el primero que escuché por sí fue el comprendí las consecuencias de que a alguien le asignaran ese concepto.

Sobre la serie «Historias sin futuro»

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