Encontrar peras al olmo – parte 4
Algo que aun no les he contado, que también es relevante para está historia, es que soy un bombero voluntario. Mi estación de bomberos esta en la avenida los naranjos y le brindamos servicio a las colonias Marte y La Paz. Como soy todavía un novato me tocan las tareas “fáciles” como limpiar la motobomba, rellenar los tanques de aire con el compresor o atender al publico cuando llega a visitar la estación.
Un día llegó a la estación una niña de unos siete años buscando ayuda. Yo estaba limpiando la cocina de la estación cuando oí que mis compañeros gritaban mi nombre junto con la palabra “acción”. La palabra que utilizábamos para avisarnos que había una urgencia que atender. Sentí como mi nuca se helaba mientras bajaba por el tubo de descenso. La adrenalina me tenía en el primer piso en menos de cinco segundos. A los bomberos más viejos les costó ocultar en sus caras lo sorprendido que estaban de verme listo en tan corto tiempo, pero esas caras de sorpresa pronto cambiaron a caras burlonas. Ellos no me habían echo bajar en falsa alarma, eso era castigado por el reglamento de bomberos. La urgencia que había que atender era la angustia de una niña de siete años. La niña portaba una cara de consternación que partiría la piedra más dura o el corazón del más insensible.
—Buen tiempo de reacción muchacho—. Me dijo el capitán de la estación mientras me daba una palmada en el hombro. En ese instante noté como pesaban las manos del capitán, una seña que las ha utilizado para trabajar toda su vida. —Ella es Juliette. Encárgate de la urgencia que tenga nuestra vecina—. Indicó el capitán con una sonrisa burlona.
—Buenas tardes Juliette. ¿Dime, en qué te puedo ayudar?—
—Buenas. Mi «perita» esta en el árbol—. Dijo Juliette con un acento belga que le agregaba el sonido de «g» a cada «r». Al mismo tiempo me señalaba el árbol a la distancia. —Ya lleva allí todo el día y tengo miedo que el frío de la noche le haga daño.
—¿Dime de qué tamaño más o menos es tu mascota?
—Así. —Dijo Juliette mientras abría sus manos dejando unos 20 centímetros de por medio. Eso me hizo pensar que no iba a necesitar una red o un lazo para su hocico.
—Permíteme un momento voy por una escalera—. Le dije mientras calculaba la altura del árbol. Me pareció raro que un perro se subiera a un árbol, tal vez es por eso no se puede bajar o alguien lo subió de broma.
Regresando con la escalera se me ocurrieron dos cosas. La primera lo insólito que parecía esta situación que alguien acuda a los bomberos para que le bajen su mascota de un árbol. Eso solo sucede en las historietas. La otra cosa que noté fue la manera que pronunció la «r» en «perita» fue muy similar a la «r» de árbol, sin intentar hacer el sonido de la doble «rr». Con la escalera al hombro le dije —Vamos, llévame al árbol donde esta tu mascota—. Cuando nos acercamos un poco más al árbol le pregunté —¿Cómo se llama tu mascota?—
—D’Anjou.— Me contestó sin detenerse. Su andar mostraba una determinación poco usual a esa edad.
El nombre D’Anjou, me sonaba familiar pero no lo pude identificar. Me parecía raro ese nombre.
—¿Por qué le pusiste ese nombre a tu mascota?— Le pregunté para poder llamar a la mascota por su nombre y buscar calmar sus nervios.
—Se llama así por que tiene los ojos verdes—.
Esta explicación no me hizo sentido al inicio, hasta que me recordé del tipo de peras que estaban creciendo en la finca cuando hice mi tesis. Y supuse automáticamente que el perrito tenía los ojos verdes como una pera. Que interesante manera de nombrar al animalito.
Cuando llegamos al pie del árbol vi a la mascota. —¡Es un gato!—. Exclamé con sorpresa. Juliette me vio con unos ojos como diciendo obvio.
Empecé a instalar la escalera para subir hasta la rama donde estaba el gatito. Mientras afianzaba la escalera al tronco me percaté que el árbol era un olmo. Lo cual me hizo recordar mi trabajo en la fabrica de productos de madera. Por suerte el gato no se opuso mucho a que lo tomara por la nuca. Mientras descendía con el gato. Tuve la idea de que le había encontrado una pera al olmo. Una pera que no era perra sino un gato.
Puedes leer las otras cuatro partes de «Encontrar peras al olmo» aquí
Encontrar peras al olmo – parte 4
Encontrar peras al olmo – parte 3
Encontrar peras al olmo – parte 2
Encontrar peras al olmo – parte 1
Sobre la serie El molote
Para diciembre no tengo un tema que reúne a todo lo que estoy pensando publicar. Lo más cercano que llegó es a un molote. Un tumulto de cosas entre ellas retazos que sobraron de las series anteriores, creaciones nuevas y pequeñas series que pueden ser independientes por su propia cuenta. Hasta el día de hoy llevo 11 meses publicando una vez al día una foto, un poema o un cuento corto, esperó lograr terminar el año con este ritmo.
Pueden ver más de esta serie aquí