Esto me convenció de que el dicho es cierto

escultura de un perro salchicha

Esto me convenció de que el dicho es cierto

Hace unas dos semanas venía caminando por la avenida Reforma, un lunes temprano, de madrugada. Había salido a correr pero no regresaba corriendo. Las piernas me aguantaban pero el trajín del fin de semana castigaba mi cuerpo con cansancio. Salí a ejercitarme con la intención de despabilarme un poco. De alguna manera le tenía que ayudarle al café, el trajín del fin de semana fue un poco intenso.

Cuando iba, corrí por el camellón. A la altura del monumento a Miguel Ángel Asturias vi a un señor con dos perros. Uno perro era pequeño, un pekinés. Con su larga melena y pelaje claro parecía un león feroz en miniatura. El otro perro era de tamaño mediano con el pelaje de color carbón. Este último, tal vez era un boyero de Flandes por su cuerpo macizo, barba espesa y de hombros amplios.

El perro más alto, el boyero, me sintió venir y volteó a verme. Me pareció raro el color claro de su ojo derecho. Dentro del tupido pelaje que le caía sobre los ojos logré ver su iris celeste pálido. No pensé más que en alejarme un poco más de él y de su amo. Dudaba que el amo tuviera la fuerza necesaria para contener una demostración de bravura de este canino.

Venía de regreso cuando a la distancia noté que al señor de los perros se le sumó una persona más, otro señor. Cada quien sujetaba la correa de uno de los perros. El nuevo señor llevaba la correa del pekinés. Este señor era más o menos de la misma edad que el otro señor y llevaba el pelo largo, lacio, castaño, desteñido por la edad, con una caída muy similar a la del pekinés. Esto me hizo recordar el dicho los perros se parecen a su dueño. Cuando los pasé, los saludé con un breve buenos días. El señor que andaba con el boyero tomó la esquina de su cachucha y la inclinó en mi dirección. Su saludo tan tradicional me hizo fijarme en su rostro, en especial en lo tupido que eran sus cejas, casi tan tupidas como las del boyero de Flandes. Después de esto quedé completamente convencido de que los perros se parecen a su dueño.


Sobre «Esto me convenció de que el dicho es cierto»

El origen de este cuento es muy sencillo, solo tuve que ver a un perro con su amo para convencerme que el dicho es cierto.

Sobre la serie «Historias sin futuro»

Para marzo del 2018 les traigo la serie «Historias sin futuro». Una colección de narraciones cortas que describen a personas o situaciones. Estas narraciones las empecé a escribir con la intención de practicar, de ejercitar los músculos creativos y generar un proceso con la esperanza de que se convierta en hábito. Les agradezco su visita y como lo he hice con los post de enero y febrero voy a recopilarlos en un chapbook para que ustedes puedan descargar.

Si quieres descargar Hojarasca, el chapbook de Febrero pincha aquí.

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